martes, 20 de enero de 2009

Crisis y emisiones de CO2

Es curioso, e irónico, cuanto menos, que durante años la industria haya presionado contra la limitación de emisiones de dióxido de carbono que imponía el Protocolo de Kioto. Sin embargo la crisis económica ha dado una vuelta de tuerca interesante a este respecto.

La industria pesada, especialmente la ligada al sector de la construcción (azulejeras, ladrilleras, cementeras...), ha vendido los derechos de emisión de entre 20 y 25 millones de toneladas, con lo que han ingresado entre 400 y 500 millones de euros, según la estimación de Ismael Romeo, director general de Sendeco2, la bolsa española de CO2. Algunas empresas han evitado el cierre y mantenido una actividad testimonial para poder vender los derechos de emisión, ya que los perderían si suspendieran pagos.

Evidentemente al vender menos, han de producir menos, con lo cual la producción de gases de efecto invernadero se ve claramente afectada, reduciendose drásticamente. Resulta curioso que el mejor remedio para que las empresas cumplieran el tratado de Kioto haya sido la crisis económica (no todo iba a ser malo). El echo de que los bancos no concedan créditos ha sido uno de los puntos también determinantes:

Jordi Ortega, del grupo de trabajo de cambio climático de la Universidad Carlos III, coincide: "La crisis de liquidez del sector financiero convierte las emisiones en una fuente para lograr liquidez. Es mucho más rentable vender emisiones al contado que pedir un préstamo".

Pero no todo son buenas noticias para las empresas. El exceso de oferta amenaza con hundir el precio del CO2, que estaba a 29 euros en julio y ahora ronda los 12 euros.

El año pasado el Ministerio de Medio Ambiente regaló, entre un millar de industrias, 100 millones de toneladas en derechos de emisión de CO2. El objetivo era que los réditos de ese exceso de emisiones se invirtieran en tecnología para emitir menos en el futuro. El tiro por la culata. Ese regalo del ministerio ya no irá destinado a dedicar recursos e inversiones para recortar las emisiones de CO2. En el mejor de los casos servirá para impedir que decenas de industrias tengan que cerrar. En el peor de los casos irá a manos de especuladores o será un codiciado botín por el que puede merecer la pena coger el dinero de la venta de derechos y cerrar el chiringuito.

En fin... vivir para ver....

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